A veces lo que se necesita para empezar es terminar, romperse o un poco (o un mucho si es preciso); dejarse desbordar de emociones, vaciarse por completo de todo y de todos; dejar fluir el mar de sensaciones dentro de nosotros porque es precisamente ese mar de sensaciones el principal síntoma de que algo grande está por suceder.
Y heme aquí, a escasas tres semanas y con escasas veinte primaveras cumplidas, a punto de dar un paso gigantesco que será el inicio de aventuras completamente diferentes durante las cuales me acompañará el recuerdo de treinta y tantos corazones que alguna vez latieron sincronizados. La magnitud del cambio me enloquece por completo, me confunde, me destroza. Me abruma.
Durante tres años aprendí que no sé nada, que la complejidad del mundo es inmensa, que las cosas están tan mal que necesitamos de un cambio estructural difícil de lograr; que los jóvenes somos soñadores empedernidos que malgastan noches y días pensando en cambiar el mundo. Aprendí a llorar en silencio por todas esas frustraciones y les di un cómodo lugar en mi vida.
Afortunadamente también aprendí que todas esas cosas negativas son como la utopía: nos enseñan a caminar, a seguir adelante. Porque un camino lleno de obstáculos no es motivo suficiente para dejar de avanzar. Siempre podremos encontrar rutas alternas que nos guiarán a nuestro fin. Y el fin último lo conocemos, estuvo en nuestros corazones desde el inicio, solo que lo olvidamos en el camino.
Hoy lo recordé. Recordé esos rostros llenos de esperanza, alegría y entusiasmo con los que me topé hace ya tantas lunas. Esa calidez que sólo un grupo unido puede dar y todos los proyectos que iniciamos. Algunos siguen andando, otros se quedaron en la carretera, pero la experiencia nadie se la llevará. Hoy recordé que todos soñamos con un mundo mejor, más equitativo, más solidario, menos indiferente, más apasionado, menos corrupto… Todos soñamos con un mundo diferente.
Por eso hoy me siento liberada, esperanzada de saber que cosas grandes pueden lograrse cuando las personas que las hacen se apasionan por ello y le dedican su vida porque creen y confían en que valen la pena. Y hoy vi tanta confianza y seguridad en esos treinta y tantos rostros que estoy segura de que vamos a lograrlo, vamos a cambiar al mundo, aunque sea el pedacito en el que nos tocó vivir.
Un paso a la vez, sin prisas; con amor y entrega; pensando en los demás y no sólo en nosotros. Una nueva odisea está por comenzar.
Danielle Barriga
Lic. Ciencias Ambientales
Cuida el medio ambiente
25 febrero, 2014 at 6:42 PM
Esa es la actitud. Un saludo